“Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son al mismo tiempo más confusas y más intensas que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y nunca exentos de cierto halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura, sentimiento. La soledad engendra lo original, lo audaz e inquietantemente bello: el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito”.

—La muerte en Venecia, Thomas Mann.

sábado, 22 de abril de 2017

Holograma


He llegado aquí
como el viento a la costa
y diré
que no entiendo el nacimiento 
desde entonces.

Y es
desenredar un holograma
que no logro deshacer
o mirar una sombra
circular durante el día:

Una sombra no es un objeto.
Una sombra nunca encuentra
la posición del objeto,

pero si la sigues 
puedes intuir su forma.

Una pulpa de medusa 
                        escapa 
de mi boca y habla
en el lenguaje horizontal del agua.

Y es 
como ser lanzada 
entre el océano y la tierra
y ser
un náufrago a la deriva.

Pues no es el mar ni la ola brava
quien enrojece las banderas,
sino la inseguridad del hombre.

Yo también he intentado rasgar la piel,
la superficie escama de esos hombres:
Solo hallé más superficie.

Y es 
como sembrarse en la tierra y ver
el flotar de pétalos unidos
por una línea telaraña
solo evidente con el sol,

o no encontrar una palabra
que lo abarque todo.

Y he llegado aquí
para dejar constancia 
de que el mundo

es como llenarse el vientre
en cada ráfaga 
de nidos huérfanos y huevas
que tampoco sabrán cómo
ni dónde existir.


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