“Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son al mismo tiempo más confusas y más intensas que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y nunca exentos de cierto halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura, sentimiento. La soledad engendra lo original, lo audaz e inquietantemente bello: el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito”.

—La muerte en Venecia, Thomas Mann.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Tierra


Nos está creciendo un bosque
entre los dedos:

Huele la tierra que nos cubrirá el rostro,
como hormigas rojas devorando
nuestros ojos midriáticos de culpa.

Inunda el bosque y su maleza:
Vamos a quedarnos quietos
y arrasados por la hierba.

Aquí, en el contingente de lagartos.
Aquí, donde la rabia nace
para anegarse en nuestras bocas.

No podemos frenar el bosque:
aprenderé entonces del entierro.

Así que entended por qué este aliento,
a qué este bosque:
Que a nadie importará que la tierra
nos esté cubriendo el rostro.


domingo, 2 de noviembre de 2014

Madre



Una mano busca y rompe el techo de tu boca.
Llevo un aborto incrustado en tu vientre,
madre.

Por eso lloro, 
por eso lloro.

Por no querer herirte, ser la rosada
línea que fracture tu hemisferio.
Sentir, no quiero ser la atravesada lengua,
las lagartijas mórbidas que te circundan,
madre.

No me concibas,
no me hagas tu mecer de cuna, verte
parir otro dormido.

Sentir, no quiero ser capa sintética,
ocultar el frío de nuestras pieles.

Madre,
no me tengas,
en esta posesión de objetos, esta
sociedad tuya que no llama,
quema retinas, madre,
no me tengas.

Si no tiendes a detener los hambrientos
labios de la náusea.
Si insistes en la pasividad de las ramas
que confían en sus raíces.
Si enredas su retorcido áspero
a tu corteza, tatúas
verde escama en el cerebro,
madre:

No me tengas.

Si seré
sinónimo.

Si seré
horizonte en las baldosas.

Tú serás,
madre.

La misma mujer sin brazos,
la misma madre que nunca
tuvo un hijo, amor
propio.



sábado, 1 de noviembre de 2014

Voces

Fotografía:  Nicole Minet (18 años). París, 19 de agosto de 1944.



Dirán que no fui fuerte,
que hui despavorida antes de levantar
la gran grieta allá en mi frente,
que me faltó sangre, dirán.

Sugerirán que soy débil

porque elegí seguirme,
que abandoné a las algas
amontonándose en las olas,
dirán.

Y no comprenderán
que yo quiera agua y quiera tierra,
que me guste sentir mis pies
enterrándose en la orilla
y dirán,
dirán que me rendí 
porque busqué el oxígeno.

Pero ahora, ahora comprendo
que hay más formas de alimentarse
que simplemente roer pan,
que se puede vivir sin la presbicia
de una secta.

Y me cuestionarán, pues
¿cómo se les ocurre a las alas
abandonar la colmena? 

         Dios mío, ¡es inconcebible!

Y volverán a llamarme débil.

Pero ¿qué me importa
la palabra que no entiende?
La hierba que nunca ha sido pisada,
tampoco cree en el pie del hombre.

Y es cierto,
ya no me entretengo
en limpiar de la boca
el carbón a los erizos,
ya no bombeo lagartijas
ni me venzo al as de vientos.

Pues si su ingenio es estático
y quieren contagiarme,
si con su hablar no pueden
liberar las palomas de los grillos,
entonces, ¿de qué me sirven?
Dirán, sí, dirán,
y derribaré sus palabras.

Aquí seré mi voz en este mundo:
el silencio donde sople y yo,
por fin, me habite.

 

 

 

 

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